Lo que Ocurre Una VeZ

30 agosto 2007


Se despertó como cada mañana, por el intenso dolor de su pierna. El efecto de los calmantes había pasado y no pudo evitar pensar en sus movimientos. Ya ni siquiera intentaba disimular su pronunciada cojera.
Hacía un calor excesivo en aquella habitación sin persianas donde el sol entraba a su antojo iluminando por completo la estancia. Él aún dormía. Recorrió con sus dedos las pequeñas arrugas que se habían ido dibujando en su rostro a lo largo de los años. Sentía que aún lo quería...Quizás no con la pasión y el desenfreno de los primeros años, pero lo quería. Se levantó con la ropa pegada al cuerpo y se duchó. Siempre había pensado que el agua le ayudaba a aclarar las ideas y se llevaba por el desagüe los temores del día.
El olor del café la arrastró hasta la cocina, él la esperaba sentado en la silla azul. Sus grandes ojos verdes se habían ido apagando con el tiempo, pero aún quedaba una pequeña luz que lo delataba como el aventurero que siempre había sido. Sus vidas habían transcurrido entre un sinfín de apartamentos y mudanzas que les hacía mantener la constante búsqueda de la felicidad absoluta...si acaso no la habían encontrado ya.

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